jueves, 15 de enero de 2009

Huelga General 1917

MANIFIESTO CONJUNTO UGT-CNT (27 de marzo de 1917)
Mas a pesar de nuestras advertencias serenas, de nuestras quejas metódicas y fundamentadas, de nuestras protestas, tal vez más prudentes y mesuradas de lo que exige la agudeza de los dolores que el país padece, es lo cierto que cada día que pasa representa para el proletariado una agravación creciente de la miseria ocasionada por la carestía de las subsistencias y por la falta de trabajo.
[...] El proletariado organizado ha llegado así al convencimiento de la necesidad de la unificación de sus fuerzas en una lucha común contra los amparadores de la explotación, erigida en sistema de gobierno. Y respondiendo a este convencimiento, los representantes de la Unión General de Trabajadores y los de la Confederación Nacional del Trabajo han acordado por unanimidad:
1) Que en vista del examen detenido y desapasionado que los firmantes de este documento han hecho de la situación actual y de la actuación de los gobernantes y del Parlamento, no encontrando, a pesar de sus buenos deseos, satisfechas las demandas formuladas por el último congreso de la unión General de Trabajadores, y con el fin de obligar a las clases dominantes a aquellos cambios fundamentales del sistema que garanticen al pueblo el mínimo de las condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades emancipadoras, se impone que el proletariado emplee la huelga general sin plazo limitado, como el arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos.
2) Que a partir de este momento, sin interrumpir su acción constante de reivindicaciones sociales, los organismos proletarios, de acuerdo con sus elementos directivos, procederán a la adopción de todas aquellas medidas que consideren adecuadas al éxito de la huelga general, hallándose preparados para el momento en que haya de comenzar este movimiento".

Manifiesto conjunto de la UGT y la CNT en marzo de 1917. COMPLETO
A los Trabajadores Españoles y al País en General:
Tras la labor de protesta constantemente ejercitada por las organizaciones obreras
contra los abusos de la administración y las corruptelas de la política que nuestro
país padece, la huelga general del 18 de diciembre último, admirable ejemplo de
eficacia de la organización y testimonio irrecusable de la capacidad creciente del
proletariado español, habría debido producir alguna atenuación, al menos, de los
males por todos reconocidos y continuamente denunciados.
Mas, a pesar de nuestras advertencias serenas, de nuestras quejas metódica y
reflexivamente fundamentadas y de nuestras protestas, tal vez más prudentes y
mesuradas de lo que exige la agudeza de los dolores que el país padece, es lo
cierto que cada día que pasa representa para el proletariado una agravación
creciente de la miseria ocasionada por la carestía de las subsistencias y por la falta
de trabajo.
Ciertamente, si las privaciones a las cuales se ve sometido el pueblo español
fuesen una consecuencia necesaria de crisis profundas de la economía mundial,
cuya solución no depende de nosotros ni de los elementos directores de nuestra
vida nacional, nuestras quejas serían absolutamente estériles y nuestras protestas
no tendrían otra eficacia que la de imprecaciones más o menos vehementes contra
los misteriosos designios de la fatalidad.
Pero ¿habrá algún gobernante español que pueda afirmar en conciencia que las
condiciones insoportables de nuestra vida, agravadas sin duda y puestas de relieve
por la guerra europea, no son la consecuencia de un régimen tradicional de
privilegio, de una orgía constante de ambiciones privadas, de la desenfrenada
inmoralidad que encuentra en los organismos públicos el amparo y la defensa que
debían prestar a los primordiales intereses de la vida del pueblo?
Las luchas provocadas por la competencia entre los diversos grupos de
explotadores de la vida de la nación pueden dispensar al proletariado de hacer la
crítica del régimen vergonzoso que padece España.
Las denuncias diarias de la prensa, los abusos que descubren las públicas
discusiones de las asambleas, la labor misma de las Cortes, tan estéril para el bien
como reveladora de crecientes impurezas, son los folios de un largo y complicado
proceso cuya sentencia habrá de ser dictada y cumplida por el pueblo, como juez
inapelable.
Todos los días, la prensa ofrece el testimonio de la preocupación de los
gobernantes ante las complicaciones de los problemas presentes. ¿En qué se gasta
su actividad que sus resultados beneficiosos no llegan nunca al pueblo trabajador?
Todos esos esfuerzos de los gobernantes, el pueblo sabe bien que se gastan en un
empeño imposible de armonizar los intereses privados opuestos, que encuentran
en los momentos más angustiosos de la vida nacional la ocasión más propicia
para aumentar sus ganancias.
Las empresas de ferrocarriles, las compañías navieras, los mineros, los
fabricantes, los ganaderos, los trigueros, los múltiples acaparadores e
intermediarios, los trusts que monopolizan los negocios en las grandes
poblaciones, los gremios degradados y degradantes, todos representan intereses
particulares, que hallan amparo y protección en los poderes públicos, mientras el
pueblo emigra o perece.
Y no es posible seguir ya engañando al país con discursos más o menos brillantes,
ni con preámbulos de leyes cuyo articulado desmiente las propias ideas
proclamadas por los ministros en la Gaceta.
En la presente y crítica situación ya ha visto el pueblo lo que ha quedado de las
promesas de reforma de la economía nacional. Continúan las eternas ocultaciones
de riqueza, los más llamados al sostenimiento de las cargas públicas siguen
sustrayéndose al cumplimiento de ese deber de ciudadanía, los beneficiados con
los negocios de la guerra ni emplean sus ganancias en el fomento de la riqueza
nacional, ni se avienen a entregar parte de sus beneficios al Estado, y el gobierno,
débil con los poderosos y altivo con los humildes, lanza a diario contra los
obreros a la guardia civil, mientras prepara empréstitos de transformación de la
Deuda y ofrece a los capitalistas una colocación lucrativa a sus fondos ociosos, so
pretexto de promover obras públicas que jamás se realizan.
Y si de los pomposos ofrecimientos de reformas económicas y de promoción de
obras públicas no queda más que el rumor de vanas palabras, ¿para qué ha servido
la ley de subsistencias, como no sea para revelar la dependencia vergonzosa en
que se halla el gobierno con respecto a las agrupaciones gremiales más conocidas
y más odiadas por los consumidores?
¿De qué nos vale formular un día y otro nuestras quejas, y de qué nos sirve el
reconocimiento de la justicia de nuestras demandas por los mismos hombres que
ocupan el poder, si no logramos nunca vislumbrar el remedio de nuestros males?
La impotencia de los poderes públicos para resolver los problemas vitales de la
nación la está proclamando la acción militar en Marruecos, sangrienta y
vergonzosa ruina de España, por todos los gobernantes censurada, pero por todos
igualmente mantenida.
Después de las prolijas discusiones a que la acción de España en Marruecos ha
dado lugar, a nadie se le oculta ya que esta reincidencia de los poderes públicos
en los antiguos errores bélicos, militaristas y dinásticos bastaría por sí sola para
provocar por parte de la nación la más violenta de las actuaciones contra los
causantes de su desgracia.
Estos males, percibidos a diario por el proletariado, han formado en él, tras una
larga y dolorosa experiencia, el convencimiento de que las luchas parciales de
cada asociación con los patronos, asistidas por la solidaridad de los compañeros
de infortunio, no bastan a conjurar los graves peligros que amenazan a los
trabajadores.
El proletariado organizado ha llegado así al convencimiento de la necesidad de la
unificación de sus fuerzas en una lucha común contra los amparadores de la
explotación, erigida en sistema de gobierno. Y respondiendo a este
convencimiento, los representantes de la Unión General de Trabajadores y los de
la Confederación Nacional del Trabajo han acordado por unanimidad:
1º.- Que, en vista del examen detenido y desapasionado que los firmantes de este
documento han hecho de la situación actual y de la actuación de los gobernantes y
del Parlamento, no encontrando, a pesar de sus buenos deseos, satisfechas las
demandas formuladas por el último Congreso de la Unión General de
Trabajadores y Asamblea de Valencia, y con el fin de obligar a las clases
dominantes a aquellos cambios fundamentales de sistema que garanticen al
pueblo el mínimo de las condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus
actividades emancipadoras, se impone que el proletariado español emplee la
huelga general, sin plazo limitado, como el arma más poderosa que posee para
reivindicar sus derechos.
2º.- Que a partir de este momento, sin interrumpir su acción constante de
reivindicaciones sociales, los organismos proletarios, de acuerdo con sus
elementos directivos, procederán a la adopción de todas aquellas medidas que
consideren adecuadas al éxito de la huelga general, hallándose preparados para el
momento en que haya de comenzar este movimiento.
3º.- Que los abajo firmantes, debidamente autorizados por los organismos obreros
que representan, y en virtud de los poderes que les han sido conferidos por la
clase trabajadora, se consideran en el deber de realizar, en relación con las
diversas secciones, todos los trabajos conducentes a organizar y encauzar
debidamente el movimiento, así como también a determinar la fecha en que debe
ponerse en práctica, teniendo en cuenta las condiciones más favorables para el
triunfo de nuestros propósitos.
Por la región de Galicia, José Gómez Osorio y Manuel Suárez
Por la Confederación Nacional del Trabajo, Salvador Seguí y Ángel Pestaña,
Por la federación de sociedades obreras de Zaragoza, Ángel Lacort.
Por la región de Levante, Juan Barceló y Vicente Sánchez.
Por la de Vizcaya, Pedro Cabo.
Por la de Asturias, Manuel Llaneza e Isidoro Acevedo.
Por la de Castilla la Vieja, Remigio Cabello y Luís Lavín.
Por la de Andalucía, Florentino García.
Por el comité nacional de la Unión General de Trabajadores, Francisco Largo
Caballero, Vicente Barrio, Daniel Anguiano, Julián Besteiro, Andrés Saborit,
Eduardo Torralva, Modesto Aragonés, Manuel Cordero, Virginia González y José
Maeso.
Madrid, 27 de marzo de 1917
.
12 de Agosto de 1917
A LOS OBREROS Y A LA OPINIÓN PÚBLICA: ha llegado el momento de poner en práctica, sin vacilación alguna, los propósitos anunciados por los representantes de la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo en el manifiesto suscrito por estos organismos en el mes de marzo ultimo.
Durante el tiempo transcurrido desde esa fecha hasta el momento actual, la afirmación hecha por el proletariado al demandar como remedio a los males que padece España un cambio fundamental de régimen político, ha sido corroborada por la actitud que sucesivamente han ido adoptando importantes organismos nacionales desde la enérgica afirmación de la existencia de las Juntas de Defensa del Arma de Infantería, frente a los intentos de disolución de esos organismos por los Poderes públicos, hasta la Asamblea de Parlamentarios celebrada en Barcelona el día 19 de Julio, y la adhesión a las conclusiones de esa asamblea de numerosos ayuntamientos, que dan público testimonio de las ansias de renovación que existen en todo el país. Durante los días fabulosos en los cuales se han producido todos estos acontecimientos, el proletariado español ha dado pruebas de serenidad y reflexión que tal vez hayan sido interpretadas por las oligarquías que detentan el poder como manifestaciones de falta de energía y de incomprensión de la gravedad de las circunstancias actuales.
Si tal idea se han formado los servidores de la monarquía española, se han engañado totalmente. El pueblo, el proletariado español, ha asistido en silencio durabte estos últimos meses a un espectáculo vergonzoso, mezcla de incompetencia y de repulsiva jactabcia, de descarado desprecio de la vida y de los derechos del pueblo e inpúdica utilización de las más degradantes mentiras como supremo recurso del Gobierno (...)
Y si esto han hecho los poderes públicos con las clases sociales en cuya adhesión han buscado siempre las más firmes garantía de su existencia y dominio, ¿qué no habrán hecho con el pueblo inerme e indefenso bajo un régimen constitucional ficticio, bajo un rñegimen económico de miseria y despilfarro, y en un estado cultural mantenido por los oligarcas eb el más bajo nivel, y sobre el cual la masa ciudadana sólo puede irse paulatinamente elevando merced a ímprobos y perseverantes esfuerzos.
Pedimos la constitución de un Gobierno provisional que asuma los poderes ejecutivo y moderador, y prepare, previas las modificaciones imprescindibles en una legislación viciada, la celebración de elecciones sinceras de unas Cortes Constituyentes que aborden en plena libertad los problemas fundamentales de la Constitución política del país. Mientras no se haya conseguido este objeto, la organización obrera española se halla absolutamente decidida a mantenerse en su actitud de huelga.

Instrucciones para la huelga. En el momento en que se reciba la orden de huelga, dada por los Comités Nacionales de la U.G.T. y del Partido Socialista, los obreros procederán a la paralización de todos los trabajos, de tal modo que el paro resulte completo, tomando las medidas necesarias para que se incorporen al movimiento los tranviarios, ferroviarios, cocheros, panaderos, ramo de alumbrado; obreros municipales, dependientes de comercio, etcétera.

Madrid, 12 de agosto de 1917. Por el Comité Nacional de la Unión General de Trabajadores: Francisco Largo Caballero; vicepresidente; Daniel Anguiano, vicesecretario, Por el Comité Nacional del Partido Socialista: Julián Besteiro, vicepresidente; Andrés Saborit, vicesecretario.

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